
Le mandé una invitación para entrar a este blog, pero es muy factible que no lo haga -aunque tal vez, en un momento de aburrimiento o de descanso de su intenso trabajo, se le ocurra espiar para saber quién soy un poquito mejor-. Con mi hermano tenemos la típica relación de hermanos, eso significa que nos queremos pero nos la pasamos discutiendo y en general, por boludeces. Porque yo creo que la realidad es que somos bastante parecidos y tenemos muchas coincidencias, pero nunca las hablamos, claro. Gustavito era muy lindo, alguna vez alguien dijo que era albino por el color de su pelo.Patrañas. Mi hermano nació rubio-no sé por qué ya que mis viejos tienen pelo castaño-. Algunos parientes coincidían en que tanto yo como él, habíamos salido parecidos a mi abuela Regina.No nos parecemos a nuestros padres fisicamente.
Cuando era chiquito me seguía por todas partes para que yo le contara todos los cuentos de fantasía que me salían de la cabeza, lo tenía pegado-dicen-. Su característica era la voz, gruesa y grave para su edad, por eso decían que tenía voz de trueno. Hoy me pregunto quién carajo escuchó alguna vez hablar a un trueno pero en fin, tal vez en esos años los truenos hablaban. Lo bueno que tenía era que se enganchaba con mis ideas-tiene tres años menos que yo-.Y no recuerdo muy bien qué pasó el día que le sugerí subirnos a una alfombra para volar como Aladino. Mi idea no estaba mal para mis seis años. Mamá había puesto a secar en el patio, una alfombra rectangular de unos dos metros. Yo quería subirla a la medianera y una vez allí, sentarnos los dos y al gritito de 1 levantar las colas y con mis manos ir llevando la alfombra al vacío, ir corriendola de la pared. Y 2 y otro poquito. Estaba convencida de que cuando la mitad de la alfombra quedara en el aire, levantaría vuelo. Lástima que no sé si volamos.Tal vez sí y por el golpe quedé con amnesia.
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