
Esas cosas que alguna tía te cuenta de pronto y vos ni te acordás.
Decía mi tía Blanca Giri que cuando yo era adolescente, alrededor de los doce años y veraneábamos en Pinamar, a la hora de ir a la playa los jóvenes se entusiasmaban y estaban prontos y ansiosos por llegar. Sin embargo, yo era una come libros de esos bien gordos, los grandes novelistas. Y costaba hacerme levantar del coy, hacerme cerrar el libro y empezar a marchar.Y con una sonrisa me contó hace muy poco que yo accedía pero no cerraba el libro. El grupo caminaba delante, apurado y yo andaba despacio, en mi mundo y no dejaba de leer mientras hacíamos el largo caminito. Ni prestaba atención a los autos.Entonces pude verme en el recuerdo, gordita, pelo corto, anteojos y totalmente embebida en las fascinantes historias de mis libros.
Llegábamos al mar, mi hermano y mis primos corrían por la arena y yo me metía en una carpa, me sentaba con el libro y me perdía del mundo real.
Menos mal que años más tarde elegí mirar un poco hacia afuera.
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